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Imagen: Desalojos por combates entre el ejército y una columna del M19 en el barrio Siloé de Cali – Crédito: Oswaldo Páez (1985), Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero.
En medio de las dificultades de la Paz Total, se sostienen los diálogos con combos y grupos armados en ciudades como Medellín, Quibdó y Buenaventura. Estas no son las únicas ciudades con dinámicas de guerra a su interior, como lo demostró la Comisión de la Verdad en su informe. Y es que, durante décadas, la imagen dominante del conflicto armado en Colombia estuvo asociada a la ruralidad: a las selvas, los ríos, los caminos de herradura, los territorios alejados del poder central. Sin embargo, en paralelo y muchas veces entrelazada con esa historia rural, se desarrolló otra dimensión menos visible pero igualmente devastadora: la urbana.
Las ciudades fueron receptoras de cientos de miles de familias desplazadas por la violencia en el campo. En la segunda mitad del siglo XX, el crecimiento de urbes como Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Valledupar, Villavicencio o Ibagué estuvo marcado por esta migración forzada. Los nuevos habitantes levantaron barrios en las periferias, muchas veces sin servicios básicos, y se enfrentaron no solo a la pobreza, sino a nuevas formas de exclusión, represión y violencia.
Estos espacios urbanos, moldeados por la marginalidad y la desigualdad, se convirtieron pronto en escenarios estratégicos para distintos actores armados. Los grupos insurgentes crearon milicias en los cinturones populares que pronto entraron en guerra con grupos paramilitares que actuaron a sus anchas. A ello se suma el narcotráfico que consolidó redes criminales urbanas, expandió el sicariato y las oficinas de crimen organizado que construyeron fronteras invisibles entre bandas de barrio. Las acciones del Estado, en ocasiones, reprodujeron la violencia mediante operativos desproporcionados, como la Operación Orión en Medellín, o ejecuciones extrajudiciales sistemáticas.
Pero las ciudades no fueron solo trincheras de confrontación: también fueron centros de pensamiento crítico, organización ciudadana y movilización social. En los barrios se fortalecieron las juntas de acción comunal, en las universidades surgieron movimientos estudiantiles con gran influencia política, y en las calles se expresaron, una y otra vez, las demandas de justicia y democracia. Desde las marchas del silencio y el Bogotazo hasta el paro cívico de 1977, el movimiento de la Séptima Papeleta, las plataformas de víctimas y el reciente estallido social, las ciudades han sido también territorios de dignidad y resistencia.
Este capítulo de la Comisión de la Verdad propone mirar la historia urbana del conflicto con otros ojos: no solo como una extensión del campo de batalla, sino como un espacio propio de disputa, sufrimiento y agencia. A través de relatos en primera persona, mapas, audios, videos y casos emblemáticos, la narrativa digital Dinámicas urbanas reconstruye los efectos de la guerra en la vida cotidiana de las ciudades, y da voz a quienes la han vivido, sufrido y enfrentado desde el corazón mismo del asfalto.
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| Imagen: María Doris Tejada, integrante de MAFAPO y madre de Óscar Alexánder Morales Tejada, frente junto al retrato de su hijo en el mural “No parimos hijos pa’ la guerra” en Soacha – Crédito: Comisión de la Verdad (2022)
Los barrios marginados de zonas urbanas complejas como Bogotá y Soacha fueron escenario de uno de los crímenes más dolorosos y emblemáticos en la historia reciente de Colombia: las desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales de jóvenes por parte del Ejército Nacional, en el marco de una política de incentivos para mostrar supuestos resultados en la lucha contra la guerrilla. Este crimen atroz, conocido como el de los “falsos positivos”, revela las múltiples dinámicas de violencia que convergen en las periferias urbanas y que colocan en el centro del daño a las poblaciones más empobrecidas, que han sido no solo empujadas a la miseria, sino también sometidas a procesos sistemáticos de deshumanización.
Sin embargo, frente a este horror, se alzó también una de las formas de resistencia más significativas de las últimas décadas: la lucha incansable de las madres. Su ejemplo marcó el inicio de una movilización ética y política que se ha convertido en símbolo de la búsqueda de verdad y justicia en Colombia.
El caso del colectivo Madres de Falsos Positivos de Soacha y Bogotá (MAFAPO) condensa de manera elocuente tanto las violencias estructurales derivadas de la marginalidad urbana, como las resistencias que nacen desde las orillas de la ciudad como forma de reclamar un lugar digno en un entorno que suele devorar a sus hijos.
El cortometraje documental Así fue el proceso MAFAPO, producido por la Comisión de la Verdad, recoge sus voces para narrar sus historias de vida, las condiciones de exclusión en las que crecieron y sobrevivieron, la cadena de crímenes que marcó a sus familias y, sobre todo, la persistencia de sus luchas por el reconocimiento, la verdad y la justicia. Desde sus barrios, estas mujeres han liderado un proceso que, más allá del dolor, reafirma la dignidad como fundamento de la memoria y la esperanza colectiva. |
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| Imagen: manifestantes en Marcha por la paz frente a la Catedral Primada de Bogotá – Crédito: Héctor Emmanuel (1999)
Hace pocas semanas, una nueva masacre volvió a estremecer a Colombia. En Calamar, Guaviare, fueron halladas en una fosa común ocho personas que habían sido reportadas como desaparecidas desde abril. Las investigaciones judiciales señalan que fueron ejecutadas por un grupo armado, probablemente debido a su papel como líderes espirituales de la comunidad.
Lamentablemente, no es la primera vez que las comunidades de fe quedan atrapadas en medio del conflicto armado. La Comisión de la Verdad escuchó a decenas de ellas —pertenecientes a diversas doctrinas e iglesias— que relataron cómo la guerra ha golpeado sus vidas: han visto morir a sus miembros por balas de distintos actores armados, han sufrido estigmatización, amenazas y destierro.
Pese a ello, las comunidades de fe y sus integrantes han desempeñado un papel esencial en la construcción de paz y reconciliación. Han sido defensoras de los derechos humanos, promotoras del diálogo y facilitadoras de encuentros entre sectores enfrentados. Su labor humanitaria ha estado presente allí donde el Estado no llega, ofreciendo consuelo, refugio y dignidad en medio del horror.
Escuchando a miembros de comunidades de fe, que hace parte del Archivo del Esclarecimiento de la Verdad es un multimedia que recoge estas experiencias. A través de documentos, videos y testimonios, reconocemos sus afectaciones y también cómo sus convicciones sobre la no violencia, el amor al prójimo y la dignidad humana, las han sostenido en medio de la adversidad. |
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¿Podemos imaginar una geografía colombiana cimentada en el reconocimiento y la dignidad como pilares de una convivencia pacífica? Desde el arte y la cultura, la respuesta es un rotundo sí. La iniciativa Verdad Poética, producida por la Comisión de la Verdad, reúne experiencias reales de comunidades de todo el país que han creado estrategias artísticas y culturales para hacer posible esa otra Colombia: la que resiste, transforma y cree en sí misma.
La propuesta se desarrolla en dos formatos seriales. Por un lado, una serie de 12 pódcast nos conduce por relatos de agrupaciones en lugares como Tunja, Manizales, San Onofre, Rincón del Mar, El Guamo o El Catatumbo, donde el tejido, el fotorreportaje, el teatro o la poesía se han convertido en lenguajes de reconocimiento y memoria. Estas historias surgen desde cárceles, patios, casas, escuelas y otros espacios donde florece la vida pese a la adversidad, y nos muestran cómo el arte puede ser refugio, denuncia y reconstrucción.
En una línea similar, pero desde el lenguaje audiovisual, se despliega la serie documental dirigida por Adrián Villa. En ella, comunidades de Tumaco, Cali y Mahates comparten sus procesos de sanación y resistencia a través de la danza, el canto o la cocina. Estas expresiones, además de brindar la gratificación propia de la creación artística, se han convertido en territorios simbólicos de apoyo colectivo, reparación emocional y reafirmación de la vida.
Verdad Poética es, en suma, una invitación a ver y escuchar la Colombia profunda desde otro lugar: el del arte como salvación, como verdad que canta, cocina, baila y borda. Porque, incluso en medio del dolor, siempre hay una historia que nos recuerda que no todo está perdido. |
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La exposición Hay futuro si hay verdad: de la Colombia herida a la Colombia posible, que recrea de manera sensible y potente el Informe Final de la Comisión de la Verdad, se ha convertido en un verdadero fenómeno cultural. Entre febrero y diciembre de 2024, fue visitada por más de cincuenta mil personas en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá. Recientemente, obtuvo el premio Lápiz de Acero 2025 en la categoría de Gráfica Espacial, uno de los reconocimientos más importantes del diseño en Colombia.
En octubre de 2025 iniciará su primera gira nacional en la ciudad de Cali, donde estará durante tres meses en la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero. Esta iniciativa es liderada por el Museo Nacional de Colombia, entidad adscrita al Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, y cuenta con el respaldo de la Agencia Alemana de Cooperación Internacional (GIZ), la OIM, la Embajada de Suecia y la organización Rodeemos el Diálogo.
Con el fin de ampliar su alcance territorial, se han producido tres copias de una versión museográfica más liviana, que podrá presentarse simultáneamente en distintos escenarios del país, empezando por la ciudad de Pasto. De esta manera, la exposición fortalece y expande el legado vivo de la Comisión de la Verdad, llevándolo a nuevos públicos y territorios, y reafirmando que la verdad es un camino hacia la reconciliación. |
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| | | | La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición fue una institución creada en 2017 para contribuir a sentar las bases de la paz. Entregó su informe final en junio de 2022.
Todos los materiales publicados en este boletín, incluidas las imágenes, fueron extraídos de la transmedia comisiondelaverdad.co y no son atribuibles al ICTJ.
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